viernes, 24 de octubre de 2008

Cómo era...

Era y ya no es. Eso es lo primero que debo decir. Seguía siendo de una manera secundaria. A la manera en que se sopecha que mientras nos levantamos por la mañana, en otra parte del mundo acaban de acostarse o están en la hora del café.
Hoy me la encontré en el tranvía. No, no es cierto esto que digo... no me la encontré, la ví.
Me levanté de mi asiento. La señora que tenía al lado leía mi revista. La apartaba ligeramente, pero me seguía, se recolocaba las gafas y asomaba con la nariz entre las páginas. Debía ser otra apasionada de los loros...
Al acomodarme en el nuevo asiento, me pareció ver de soslayo a alguien que se parecía... El mismo tipo de diadema de plástico, de un color llamativo, rosa fucsia o verde lima. El mismo tipo de rizo, pequeño, que nace desde el mismo cuero cabelludo y se extiende hacia los lados, y cae hasta los hombros desde la nuca. La ropa en tonos chillones y la falda de cuadros. El mismo tipo de piel, morena mate y la mirada vaciada cuando se encuentra conmigo.
De perfil... me digo, sí, sí es. De frente, mirándome a la cara. Si, es ella. Es ella cuando podía permitirse no tener nombre dentro de mí. Y vuelve la cabeza hacia el frente, como si se hubiese encontrado con el anonimo cambiante que cada día tiene un rostro distinto y que no importa.
Creo que vi desde fuera como era borrado de un instante concreto, que es mi vida, despacio, lentamente, sin prisas y sin calma. Vi como desaparecían los brazos, las piernas y el tronco entero con lo que quedaba de mí. Yo nunca existí. El pasado me borra, ni siquiera me arranca (la violencia es para los elegantes), me borra. Lo que fue la etapa más importante de la hasta ahora mi vida, la veo cuando me ve y solo me devuelve una mirada opaca, sin brillo, vacíada por la decepción o por la rabia enfriada. Es una pena que algunas historias acaben como el miedo las predijo mientras sucedían. Pero el miedo siempre se equivoca, tiene un olfato demasiado desarrollado, le inunda un olor mucho más intenso de lo que luego será realmente. Al final lo que no puede llegar a notar es que si llega a ocurrir, no será tan espantoso. por ocurrir. Lo hará como si tal cosa. Sin importar. Sin significar. Con los grandes ademanes de la indiferencia de lo que día a día llena de tedio.
Ya no me llaman la atención los rizos ni las caderas rectas. La silueta ha desaparecido de mi vista para tomar otro lugar diferente, el de la anonima cambiante.
Me duele tanto ser borrado como sentir que le correspondo en ese gesto.