martes, 16 de marzo de 2010

Amarillo turbio

Tiene garganta doble y una caja torácica opaca. Cuerdas de cobre. Así que la voz suena como una llave cuando se desliza por el mármol. Y un cerebro minúsculo y pétreo. Cuando me encuentro a la señorita Gárgara en el ascensor pienso en anuncios de adhesivo para la dentadura postiza, porque cuando sonríe puedo oír como se le resquebrajan los colmillos, casi puedo oirlos chocar contra el suelo si al final caen.

Al mismo tiempo me veo sin querer en el espejo mientras se van sumando los pisos, dentro de esa atmósfera ambarina, densa, igual que verse reflejado desde el interior de una bombilla sucia. Me veo detrás de esa opacidad, y no me queda más remedio que, igual que ella, emitir esos mismos gruñidos.

Nos reconocemos en la derrota, y por eso nos rehuímos.