viernes, 28 de enero de 2011

El cuerpo

Cada vez que me tengo que dirigir a ella hace algo, siempre está haciendo algo. Escribiendo, mirando su correo, archivando... Me dice ¿si?, inquisitiva, con un deje de indiferencia. Y entonces es cuando me fijo bien. Es agradable, siempre amable, cortés, pero cuando habla conmigo y me señala los datos, los números y letras de nuestro trabajo común lo hace con el dedo corazón. Siempre señala con el dedo corázón distraidamente pero expresando contención. Cuando se rasca la cara, también con el dedo corazón. Es un segundo, es un momento mínimo, pero está ahí en cada gesto.
Luego él, hablando para todos, dice "todo va ir bien" pero cuando le piden su opinión repite lo mismo mientras cruza los brazos y se inclina ligeramente hacia atrás, sobre el respaldo de su silla, y también durante un segundo expresa hastío. Mantiene el mismo discurso, pero su cuerpo expresa algo bien diferente.
Con ellos, que nos escuchamos y nos oímos y compartimos todo el tiempo, pero cuando hablo en una sala apartada de descanso sé que están al lado escuchando, y que lo que diga será objeto de juicio. Duro o cínico. Sarcástico, por supuesto, a la manera cutre en que se suele ser sarcástico.
Sé que podría volverme loco viendo el mundo desde este punto de vista, y desde luego es más bien el conjunto lo que define la relación entre las personas. Pero ese momento mínimo, la microexpresión es más real para mí que una hora entera de charla. Y que el conjunto. Es para mí como el fondo, lo que de verdad hay. Esa expresión mínima y ciertos gestos es lo que define a la relación social como hipócrita, es lo que la falsea.

jueves, 27 de enero de 2011

Bilis

-¡No hagas eso!
-¿El qué?
-Convertir tus frustraciones en viles alusiones.


Es lo que hace la mayoría cuando dice ser sarcástico o estar ironizando. Yo le llamo ser pura bilis espumeante.

miércoles, 5 de enero de 2011

Como ver una obra de Beckett

Vivir un drama ajeno por casualidad remueve. Ir por la calle y ver a alguien que sufre por algo que acaba de pasar de golpe, sin más, un accidente, una ruptura, una pelea. Esas cosas se quedan dentro sin quererlo durante un tiempo como pura imágen que tiene una fuerte carga emotiva. Que cae y se hunde entre el resto de los recuerdos como algo olvidado pero presente por el sentimiento que le hace sumergirse.

De madrugada suena un drama el piso de al lado. No me siento triste, estoy enfadado. porque son un coñazo. Gritan. Silban, dan por culo todo el tiempo y normalmente a horas en que no hay nadie despierto. No me iba a sentir triste ahora. Pero... oírlo, y no saber qué está pasando... remueve. Tantas frases que llegan a medias y a gritos, que sugieren pero no describen realmente la escena que tiene lugar al otro lado del papel. Y que resultan tan grotescas... gritos espeluznates y golpes, maltrato inverso?ella pegándole a él.... mucha agua corriente y sollozos.

Presenciar un drama sólo a través del óido, y sin nada más, y sobretodo cuando es tan exagerado, se queda en la consciencia y se aposenta allí, provocando una inquietante sensación de incomodidad cada vez que alguna de esas frases inconexas vuelven a la memoria.

lunes, 3 de enero de 2011

El número

Predecible. Un saco articulado relleno de legumbres y puro seso flotante en la mollera. Por supuesto viscoso. Con su camino grabado en la superficie por varios raíles que señalan el recorrido. Varios porque quedan forjados el por dónde va y por dónde podría haber ido. No hay secretos. Nada que pueda salirse del guión. Y los pasos y los sobresaltos también forman parte de todo esto. Hasta el futuro (esa es la definición de predecible).

Es peor que ser un maniquí que recobra la vida de madrugada en medio de unos grandes almacenes. Que ser un espantapájaros. Un robot o una persona sin alma. No puede haber nada más triste que estar muerto para el asombro.