viernes, 28 de enero de 2011

El cuerpo

Cada vez que me tengo que dirigir a ella hace algo, siempre está haciendo algo. Escribiendo, mirando su correo, archivando... Me dice ¿si?, inquisitiva, con un deje de indiferencia. Y entonces es cuando me fijo bien. Es agradable, siempre amable, cortés, pero cuando habla conmigo y me señala los datos, los números y letras de nuestro trabajo común lo hace con el dedo corazón. Siempre señala con el dedo corázón distraidamente pero expresando contención. Cuando se rasca la cara, también con el dedo corazón. Es un segundo, es un momento mínimo, pero está ahí en cada gesto.
Luego él, hablando para todos, dice "todo va ir bien" pero cuando le piden su opinión repite lo mismo mientras cruza los brazos y se inclina ligeramente hacia atrás, sobre el respaldo de su silla, y también durante un segundo expresa hastío. Mantiene el mismo discurso, pero su cuerpo expresa algo bien diferente.
Con ellos, que nos escuchamos y nos oímos y compartimos todo el tiempo, pero cuando hablo en una sala apartada de descanso sé que están al lado escuchando, y que lo que diga será objeto de juicio. Duro o cínico. Sarcástico, por supuesto, a la manera cutre en que se suele ser sarcástico.
Sé que podría volverme loco viendo el mundo desde este punto de vista, y desde luego es más bien el conjunto lo que define la relación entre las personas. Pero ese momento mínimo, la microexpresión es más real para mí que una hora entera de charla. Y que el conjunto. Es para mí como el fondo, lo que de verdad hay. Esa expresión mínima y ciertos gestos es lo que define a la relación social como hipócrita, es lo que la falsea.

No hay comentarios: