martes, 27 de julio de 2010

Nunca podré estar entre la gente. No de cerca.

domingo, 4 de julio de 2010

Tiranizar

Por algunas de sus películas, que a veces me planteo si son excepciones, puedo soportar la cursilería y el ombliguismo de Tim Burton. De hecho debe ser una manía masoquista: incluso espero con ganas sus estrenos cuando sé que está metido en un proyecto.

Nunca volverá, nunca jamás volverá a tener el valor que tuvo en Sweeney y Tod. Valor para ser oscuro de verdad, para sacar las vísceras y dejar de lado ese pudor, esa insistencia en quere ser un niño aceptado y en molarse al mismo tiempo en su extrañeza. Apartar ya de una vez esa tendencia a ser extremadamente limpio. En Sweeney y Tod su lenguaje macabro ya tiene la intención de dejar de ser sólo una forma de revestir lo conservador con tonos negros y ojeras monas. Aunque ni eso. Aún así me quito el sombrero. Tiene fuerza, por primera vez, llega hasta el final.

Pero lo que no le perdono es que haya convertido a Helena en la reina de corazones, en la novia cadáver, en la bruja de la insoportable Big fish, o en un mono, cuando antes de conocerle a él, y completamente al margen de la cuestión de la edad, podía ser Ofelia, Elizabeth o Marla Sinclair.