sábado, 31 de diciembre de 2011

Retratos del barro

Acata mide seis metros de altura, tiene un 48 y nunca tiene que doblar los pantalones. Pesa tan poco que no tiene que ensancharlos y nunca hay suficiente espacio para más agujeros en el cinturón. Huele ocre, sabe a una especia amarga y cuando habla un pulso monótono se apodera del momento. Mantiene la tensión arterial por debajo de lo que debería, siento ganas de tomar un estimulante y me siento enfermo.
¿Por qué será?. No lo pregunto como si supiese la respuesta.
Puede ser porque sentencia y cada palabra se hunde por el peso, arrastrando consigo el poco aire fresco que queda hacia un fondo pantanoso. Me cuenta que recuerda haber sido de menos estatura y recuerda haber estado viva... pero fue hace tiempo, y en aquel entonces ya tenía consciencia de la mezcla de la tierra y los fluidos, del fango. De que una voz con forma de masa gritaba desde el fondo como el oscuro pasajero de Dexter pero no sabía que le acabaría masticando hasta volverla a su imágen y semejanza.

Cuando piso un charco sin darme cuenta (nunca miro al suelo), me acuerdo de ella. Supongo que no me mojo porque tiene el nubarrón metido en los cristales, (una corona ridícula).

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