No sé si llegaré a la edad en que necesite tener los nombres de los otros anotados en papeles, seguramente guardados entre las gafas de cerca y las de lejos, los abanicos, y las pomadas. Lo que sé es que ese gesto cambió un poco más mi punto de vista.
El último día que estuve allí me la encontré en la puerta con su mujer. ¿Te vas?. Si, me voy (y me iba de verdad). Pues hasta luego... ya no me acuerdo de tu nombre, ¡pero lo tengo arriba, guardado en un cajón!. Ese detalle, mi nombre en un papel dentro de un cajón, lo ha cambiado todo con respecto a llegar a ser tan mayor.
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