martes, 8 de julio de 2008

Un señor

Me dijo... escríbemelo en un papel. Con un rotulador rojo, se lo escribí bien grande en un posit amarillo. Succo. Lo leyó y me pidió que se lo dijera en voz alta, para que no se le olvidase. Succo.¿Cómo?. Succo. Aaah, que nombre más raro. Y se marcha lentamente y todo lo de prisa que puede con el papel doblado en la mano.

No sé si llegaré a la edad en que necesite tener los nombres de los otros anotados en papeles, seguramente guardados entre las gafas de cerca y las de lejos, los abanicos, y las pomadas. Lo que sé es que ese gesto cambió un poco más mi punto de vista.

El último día que estuve allí me la encontré en la puerta con su mujer. ¿Te vas?. Si, me voy (y me iba de verdad). Pues hasta luego... ya no me acuerdo de tu nombre, ¡pero lo tengo arriba, guardado en un cajón!. Ese detalle, mi nombre en un papel dentro de un cajón, lo ha cambiado todo con respecto a llegar a ser tan mayor.

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